El bullying, o acoso escolar, sin importar en qué categoría venga, es una grave falta a la moralidad y el respeto humano, no existe ninguna justificación para dichos actos, incluso si se perciben como inofensivos, las palabras con un tono despectivo y burlesco tienen un impacto hiriente en las personas similar al de recibir un golpe o una humillación en público, si no se miden correctamente lo que se dice, se puede causar lesiones en la autoestima de quien lo recibe.
Especialmente si se escuchan bromas, burlas, insultos, comentarios destructivos o chismes de manera continua, esto es un ataque directo a la confianza y la positividad, encasillándolas en un lugar del que no son capaces de emerger hasta que las consecuencias sean muy altas, tales como la deserción escolar, el retraimiento social e incluso el suicidio. Esto es lo que se conoce como bullying verbal.
Es un acoso que no se mide entre golpes, sino con el poder verbal que una persona abusiva y con tendencias autoimpuestas de poder, ejerce sobre otra a quien considera débil o vulnerable, ya sea porque le «estorba» o porque «no merece» estar a su alrededor, por ende se lo deja muy en claro al utilizar una verborrea agresiva, ofensiva, intimidante, chantajista y burlesca que solo causa sentimientos de humillación y desesperanza.
La víctima se siente aprehensiva, desconfía de todo lo que dice y a quien se lo dice por temor a que no le crean o la desvaloricen, por lo tanto no suele expresar sus ideas y se queda recluida en un rincón del aula, físicamente siente que no puede interactuar con otros a su alrededor e incluso puede presentar episodios de ansiedad social o generalizada frente a espacios abiertos, llevándolas a generar en ellas sentimientos de soledad, tristeza e incomprensión que, si no se tratan a tiempo pueden dejar secuelas en las futuras relaciones interpersonales o en casos extremos, llegar al suicidio por la profundidad de sus emociones negativas.
Este tipo de bullying es muy común en la etapa de la pre-adolescencia y también en la adolescencia, especialmente en la población femenina ya que estas son más dadas a atacar verbalmente que con golpes, causando un impacto psicológico en sus víctimas que es incluso más difícil de sanar que las heridas físicas.
Pero al mismo tiempo, esto es fácil de evitar y revertir, empezando con crear conciencia en lo que decimos y cómo lo hacemos, fijarnos en la forma que puede afectar, ofender o herir nuestras palabras y generar acciones para una comunicación asertiva y respetuosa, son los pasos fundamentales para luchar contra este bullying cuyas consecuencias son invisibles a simple vista, pero que se hunden profundo en sus víctimas.