Rafael Nuñez Aponte-Mi hijo no quiere comer

Esta es la historia de Manuel, un niño de 6 años que no quiere comer. Cuando llega la hora de la comida, la esconde, la tira al suelo o retira su plato. En todas las comidas se comporta igual. Manuel se aburre cuando come, tiene inapetencia, nunca tiene ganas de comer.

La escena se repite al día siguiente, y al otro también. Sus padres no saben qué hacer: han recurrido a los premios, a los castigos, a los gritos, a dejarle solo hasta que se coma toda la comida… Y ninguna de estas opciones ha funcionado, no consiguen cambiar la actitud de su hijo ante la comida.

Pero los padres de Manuel se han plantado ante ellos mismos. No van a seguir por este camino. Se han dado cuenta de que no es bueno que Manuel asocie comer con amenazas o con actos en los que se alza la voz. Han decidido que van a cambiar de estrategia. Por eso, en vez de centrar su energía en el problema -Manuel no come-, han decidido poner el foco en potenciar aquello que le gusta hacer a su hijo.

Sus padres ya no tienen como preocupación y tarea principal conseguir que Manuel coma, sino que han decidido centrarse en las cosas que le hacen a su hijo feliz para mejorar su autoestima y su relación con la comida.

De esta forma, le dicen a su hijo: “¿Escogemos un cuento antes de cenar?”. A Manuel le ha aparecido una sonrisa en la cara. Le encanta leer con sus padres y adentrarse en otros mundos.

Tras leer un ratito, se han sentado todos a la mesa. Los padres de Manuel han decidido no usar sus herramientas antiguas: no recriminan a su hijo por no comerse todo el plato, no recurren a los gritos al ver que Manuel come con lentitud, no le han señalado que se debe comer mínimo la mitad del plato… En vez de eso, han hablado en familia de otros asuntos: de sus emociones, de sus acontecimientos del día y del cuento que habían leído antes.

Manuel no se ha terminado toda su comida, pero ha dado un paso que antes no había hecho. Ha comido lo que ha podido por sí solo, sin que sus padres le hayan repetido que comiera.

Poco a poco, Manuel va cambiando su relación con la comida. Sus padres han dejado atrás los premios y los castigos cada vez que come o no come. Ahora se dedican a hacer escucha activa, a preocuparse por las necesidades de su hijo y acompañarle en sus dificultades. Manuel no se ha convertido en un niño que le encanta comer, pero entiende que es necesario para su bienestar y desarrollo, y que también puede divertirse comiendo.

La actitud de los padres cuando los niños no comen

Cada niño o niña tiene sus motivos por los que no quiere comer, y en caso de que la situación sea preocupante y no quiera comer nunca, debemos acudir al pediatra o al médico. Nosotros como padres podemos cambiar nuestra actitud si nuestros hijos tienen dificultades para comer, y la historia de la familia de Manuel nos ayuda a darnos cuenta de algunos cambios que podemos aplicar:

No usar premios/castigos para que coma

La educación de nuestros hijos no puede basarse en premiar cuando algo se hace bien y castigar cuando se hace mal. Cuando se premia una conducta y se castiga otra, estamos guiándonos por los resultados que obtienen nuestros hijos y no por su esfuerzo. Asimismo, como señala la fundadora de Relájate y Educa, Amaya de Miguel, premiar o castigar se rige por “el estado anímico de los adultos y de los niños” y por “arbitrariedad”. El día que tenga las emociones más fáciles, nuestros hijos comerán más y les premiaremos, pero el día que tengan emociones más complicadas, no comerán tanto y les castigaremos.

Escucha y presencia activa

¿Por qué a nuestros hijos no les apetece comer? ¿Es una consecuencia de su estado emocional? ¿No tiene apetito? ¿Asocia la comida con algo malo? Debemos hacer una escucha activa y estar con ellos para poder entender sus emociones y sus estados anímicos a la hora de comer.

Dejar atrás los gritos y las amenazas para ganarnos el respeto y la confianza

Debemos dejar de lado todas aquellas técnicas que hayamos usado anteriormente y no nos hayan funcionado. Los gritos y las amenazas funcionan en el momento, pero el problema de base, en este caso con la comida, sigue ahí. Con las amenazas estamos educando a nuestros hijos e hijas en el miedo. Por eso, desterremos tanto gritos como amenazas para volver a recuperar la confianza perdida.

Dar tiempo

Los niños no van a cambiar su relación con la comida de la noche a la mañana. Démosles tiempo, acompañémosles y tengamos paciencia.

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