Sabemos que el bullying es un fenómeno terrible que se impone más que todo en las aulas escolares, aunque también puede observarse en distintas áreas del desarrollo como los entornos sociales, de pareja o incluso en el hogar, ya que suele ser este último, el punto de partida para la influencia del comportamiento bullie o de la baja autoestima que hace a las personas vulnerables ante el acoso.

Y las familias tóxicas son el perfecto ejemplo de ello pero, ¿A qué nos referimos exactamente cuando decimos que una familia es tóxica?

Son básicamente hogares donde el conflicto impera por sobre todas las cosas y donde son los padres generalmente quienes lo propician, esto se deriva de imposiciones a los otros miembros de la familia, inconformidades y represiones, creando una dinámica disfuncional en la relación de todos.

Trayendo como consecuencias una seria afectación de la conducta, autoestima, percepción de las relaciones y del cariño, las responsabilidad y la autoridad en los hijos. Especialmente al descubrir que en el entorno cotidiano desentonan con otros pares.

¿Cuáles son los tipos de familias tóxicas?

  •  Familias manipuladoras

En estas, el “miembro tóxico” que genera el ambiente disfuncional en el hogar se centra en aquel con tendencias narcisistas que quiere que todos hagan lo que esa persona determine, desde su comportamiento dentro y fuera del hogar, como las cargas de responsabilidad, las actividades que deben realizar y el control de opiniones.

Donde el resto de los miembros termina realizando lo que esta persona dictamina, debido a su baja tolerancia y manipulación constante. Trayendo como consecuencia hijos vulnerables y fáciles de manipular o más personas con tendencias egocéntricas y egoístas.

  •  Padres inmaduros

Estos parecen que se encuentran en “tendencia” pues cada vez más escuchamos casos de padres que quieren sentirse jóvenes y eso incluye descuidar a su propia familia, pero esto no es más que un resultado de su propia inmadurez y falta de aceptación a las responsabilidades de adultos, delegándola casi siempre a los hijos.

Dejando como consecuencia a hijos que deben madurar mucho antes de tiempo para poder autosustentarse y hacerse responsables por sus padres cuando debería ser justamente al revés. Esto es poco saludable para ellos pues, adelantarse a ello puede traer consecuencias a las esferas de las relaciones interpersonales.

  • Padres que proyectan sus frustraciones

Uno de los tipos más comunes de familias tóxicas que existen y las que más dejan a su paso cansancio, desmotivaciones, baja autoestima y desesperanza aprendida en los hijos, pues se creen que no pueden hacer nada bien en su vida o que no lograrán realizar sus metas, pero no por falta de capacidades, sino por las frustraciones de los padres que no llegaron a ser quienes querían ser y están inconformes con su vida.

Por lo que proyectan ese miedo, ansiedad y enojo a sus hijos, evitando que estos surjan.

  •  Hijos escuderos

En esta, los padres utilizan a los padres como armas y escudos contra su pareja, con la finalidad de obtener más poder frente a esta al colocar a un hijo de su lado a través de la manipulación, chantaje emocional o sobornos. Dejando una enseñanza negativa de cómo obtener las cosas en el futuro o cómo establecer una relación adecuada y saludable.

Conocer los orígenes de los problemas familiares, es un primer paso para enfrentar y combatir al bullying de raíz, tanto en los jóvenes que lo sufren como en los perpetuadores, pues cada quién tiene una historia familiar distinta que contar.