Rafael Nuñez - Bullying y suicidio, guía para padres

El bullying o el acoso escolar trae muchas consecuencias negativas para los niños y jóvenes, pero es necesario que todos se den cuenta que estas consecuencias pueden tornarse realmente oscuras y peligrosas si no se toman con la suficiente seriedad que se requiere. Los daños físicos y psicológicos que sufren las víctimas se apoderan de cada rincón de su vida que los convierte en personas retraídas y con una pérdida significativa de confianza que los hace odiar por completo su existencia, trayendo resultados muy perturbadores para ellos tales como autolesiones e incluso el suicidio.

El suicidio es una de las causas más frecuencias de muerte entre los jóvenes y el bullying está constituyéndose como una de las razones principales detrás de este, debido a las repercusiones en la confianza y combinadas con signos de depresión, ansiedad y temores recurrentes, forman una bola de nieve de síntomas negativos que se acumulan dentro de la cabeza de los jóvenes hasta que lo único que desean es explotar y descansar de su sufrimiento.

Por lo que los padres tienen que estar muy atentos al comportamiento de sus hijos y sus cambios para detectar no solo si sus hijos son víctimas del bullying sino de ver qué tan grave es esto y si están teniendo actitudes suicidas.

Rafael Núñez

El primer paso para ello es tener en cuenta las actitudes propias de los hijos, su personalidad es tan distintiva que si se le presta la atención necesaria se puede percatar de cualquier cambio negativo en ellos.

También es necesario escuchar abiertamente, estos cambios pueden ser sutiles ante los ojos de los padres pues se confunden con «temperamentos juveniles» sin embargo, los mismos jóvenes comienzan a mandar señales difusas de peligro.

Los jóvenes pueden mostrar interés en acciones riesgosas, probar conductas de riesgo como jugar con cuchillos, intereses en las armas o fascinación por los fármacos, intereses repentinos que antes no mostraban en absoluto. Cosas que pueden tener un matiz de curiosidad pero que pueden volverse obsesivos.

El aislamiento social es de igual manera un signo de alerta, el retraimiento y el alejamiento  veces impuesto por ellos mismos, para no molestar a las personas alrededor de ellos, porque su presencia no es importante o porque piensan que así es mejor, nunca es recomendable dejar a una persona que tenga sentimientos negativos, sola, pues es ahí donde los pensamientos e ideaciones suicidas adquieren mayor fortaleza.

Finalmente pueden pasar a las acciones de una manera «exploratoria» comenzando con las autolesiones, riesgos continuos o ingestas excesivas de pastillas. Si se llega a este punto hay que estar en máxima alerta pues las consecuencias están comenzando a agravarse y si se deja pasar será más difícil un punto de retorno.