El bullying, una dinámica muy compleja, generalmente practicado por un individuo o grupo en que sus miembros se distribuyen diferentes roles: unos tienen la iniciativa y otros lo siguen y festejan, bullies activos y pasivos.
Independientemente de su postura, son bullies, personas que intimidan, acosan, abusan, maltratan, en fin, que demuestran ser bravucones con falta de empatía por el otro y que manifiestan gusto en hacer sufrir.
En el caso particular de los bullies pasivos, estos son influenciados por el líder a quien admiran y debido a su inseguridad asumen el papel del cómplice para obtener su aprobación, lo que no justifica el daño realizado.
Durante la adolescencia, es común que los jóvenes discutan, molesten y hasta lesionen a los demás pero sin que este se transforme en un acto reiterado y deliberado, pues sienten empatía, culpa y hasta compasión, recapacitando y solucionando el incidente con los compañeros.
Pero este no es el caso del bully, este posee un mal comportamiento que se caracteriza por ser frecuente e intencional, en el que el acosador siente placer al usar su poder o fuerza para dominar a su víctima.
Esta dinámica tan compleja, dificulta, según expertos en la materia, el diagnostico riguroso en determinados casos, asociando el acoso escolar con una carencia de habilidades sociales.
¿Será esto cierto, se puede asociar el comportamiento de los bullies a la falta de habilidades sociales?
Algunos estudios han aplicado instrumentos para analizar el grado de esta relación, un estudio específico denominado de “Acoso escolar y habilidades sociales en alumnado de educación básica” realizado en México, concluye que el estudiantado que no participa en episodios de agresión tiene más habilidades sociales que los que sí se involucran.
Estudio que concluye que el déficit en habilidades sociales se puede asociar con la participación en episodios de acoso escolar.
Ante este resultado, conviene ofrecer herramientas a los niños y jóvenes para tratar esta carencia y evitar que pueda trascender a casos de acoso.
Siendo una de las formas esenciales desarrollar la capacidad para comunicarse, además ofrecer una serie de estrategias para mantener relaciones sociales asertivas, así como otras para evitar episodios de ira, en fin una formación que promueva el desarrollo integral del niño y del joven para que sepa interrelacionarse con los demás de forma saludable.