Se han justificado algunos actos de bullying de los jóvenes afirmando que se trata de problemas conductuales, los padres, maestros o figuras de autoridad sacan a relucir en ocasiones la carta de padecimiento de este trastorno para explicar la agresividad e impulsividad que sienten los jóvenes ante sus pares para demostrar algún punto. Sin embargo ¿Qué tan cierto es ello?
Primero tengamos en cuenta ¿Qué son los problemas o trastornos de conducta?
Según la psicología estos son trastornos producidos normalmente entre la niñez y la adolescencia, desencadenados por un evento traumático emocional o físico. Es una manera de «castigar» al causante de estos y «purgar» sus efectos en ellos estando constantemente a la defensiva y atanco primero antes de volver a convertirse en víctimas, de una manera inconsciente.
Se transforman en personas agresivas, compulsivas, intimidantes, impulsivas y desenfrenadas que no miden sus actos o las consecuencias de ellos y trayendo por ende, problemas adaptativos. Muy parecido al bullying ¿Cierto?
Entonces ¿En qué se diferencian?
Los jóvenes perpetuadores o bullies son altamente estratégicos y calculadores en sus actos, exploran la debilidad de su víctima para utilizarla completamente en su contra y así obtener lo que desean, además se valen de cualquier recurso para conseguirlo desde chantajes, amenazas, golpes físicos o creación de rumores y no se detienen hasta que lo consideren suficiente. Tanto en el instituto como fuera de él, incluyendo el uso de las redes sociales.
En pocas palabras, el bullying escolar es un acto total y completamente consciente e intencional de parte del agresor, mientras que los trastornos de conducta tienen un matiz inconsciente. El bully conoce su poder intimidante y hace todo lo posible para demostrarlo ante todos.
Pero si tienen algo en común y es que hablan de algún problema oculto que no saben cómo resolver, generándoles grandes conflictos internos. Por lo que es importante prestar atención a estos comportamientos y encontrar la solución a ello, como asistir a terapia psicológica, para que no engrandezcan.